jueves, 26 de enero de 2012

Día 7 y 8 de mayo

Día 7 de mayo

Amanecimos sobre las 9 de la mañana, ya recuperados del intenso día anterior, y preparados para un no menos intenso día que teníamos planificado.

Lo primero era empezar con buen pie, y así fue, ya que compramos 2 buenos croissants recién hechos en la misma boulangerie del día anterior. Los guardamos y cogimos el metro hasta la estación Palais Royal - Musee du Louvre. Allí en vez de salir a la superficie entramos en el centro comercial carrousel, que es un centro comercial que está en los bajos del museo, con tiendas tan asequibles como Loewe, Prada o incluso un Apple Store.

En una pequeña tienda de libros y láminas compramos las entradas para el museo del Louvre al módico precio de 10€ por persona, y con eso nos ahorrábamos la cola de las taquillas. Cola que tampoco era tan grande como nos esperábamos. Así que antes de entrar buscamos una zona un poco tranquila y dimos buena cuenta de los croissants.

Llegaba el momento de entrar a una de las mayores pinacotecas del mundo. Con la entrada ya comprada pasamos directamente el control de policía, y decidimos coger una audioguía para enterarnos mejor de las obras de arte que íbamos a admirar.

Entramos por la zona de la piramide invertida, que nos recordó la pelúcula del cógido da vinci.


Entrada inferior al Museo del Louvre

Entonces que nos encontramos es la posibilidad de ir a 3 zonas Richelieu, Sully y Denon. Estas zonas están unidas entre si y formadas por varios pisos.

Decidimos entrar por Denon para empezar la visita por la zona de pintura italiana del primer piso. Después de una sala con estatuas, entramos en la gran galería de pintores italianos. Es quizá la zona más famosa y reconocible del Louvre, y que recuerda mucho al Prado.

Galería principal del Louvre


Artemisa cazando

Justo al final de esta galería nos encontramos con el que es posiblemente el cuadro más famoso del mundo, la mona lisa de Leonardo da Vinci.


La Mona Lisa

A pesar de haber visto el cuadro miles de veces, es llamativo verlo in situ. Podrías quedarte embobado con la mirada de la Giocconda, si no fuera por la legión de japoneses que están frente al cuadro dando codazos para hacerse una foto allí. LLama mucho la atención el tamaño del cuadro, siendo mucho más pequeño de lo que nos esperábamos. Y más aun si se tiene en cuenta que justo enfrente hay un cuadro enorme representando las bodas de Canaan.


Multitud frente a la Mona Lisa


Las bodas de Canaan

Es cuanto menos curioso ver a cientos de personas admirando un cuadro tan pequeño como la mona lisa, y dando la espalda a un cuadro majestuoso como es el de las bodas de Canaan, al que seguro que la mayoría de gente no le echa ni un mínimo vistazo.

Después seguimos a la sala de los pintores españoles, pero la verdad es que la cantidad era bastante escasa. Un par de cuadros de Goya, algo de Velazquez y algo más de Murillo.


Pintura española


Pintura de Fransico de Goya


Sala del Louvre


La coronación de Napoleon

Tras admirar la colección pictórica decidimos retroceder unos cuantos años en el tiempo y sumergirnos completemente en la cultura de la antigua grecia y del antiguo egipto.

Nada más entrar en la zona de la antigua grecia, lo que más llama la atención (además de las vasijas, lápidas y esculturas griegas) es el edificio en si. Se pasa de un museo normal y corriente a un palacio con toda su ornamentación y lujos. En algunas salas se presta más atención al techo y a las paredes que al contenido de la exposición.


Decoración del palacio del Louvre


Decoración del palacio del Louvre

Dejamos atrás grecia y su cerámica, para adentrarnos en el mundo egipcio. Tras haber estado en el British Museum, no impresiona tanto ver las momias y los sarcófagos, ya que la colección del museo londinense es mucho más amplia. Pero aun así sigue llamando la atención ver las esculturas funerarias y como honraban a sus muertos hace miles de años.

Máscara funeraria




Sarcófago egipcio




Estatuillas funerarias




Zona de las esfinges


En medio de la zona egipcia nos encontramos con una escultura que todos hemos estudiado en los libros de texto: el escriba sentado. Es una escultura muy pequeña, de unos 25 o 30 cm de alto, pero con un detalle digno de elogio para ser  una escultura con más de 4500 años de antigüedad. Llama la atención como está pintada, la tranquilidad del gesto, y sobretodo los ojos que están rellenos con piedras para darle el color.


El escriba sentado


Detalle de los ojos del escria sentado

Tras abandonar la zona egipcia pasamos a las dependencias de los apartamentos de Napoleon. En esa zona se exponen artículos decorativos de la época napoleónica, así como se pueden visitar las habitaciones que utilizó Napoleon.


Habitaciones de Napoleon

Casi sin darnos cuenta habíamos dado una vuelta entera y estábamos de nuevo en las escaleras principales.

Decidimos subir al segundo piso para ver la zona de pintura flamenca y germánica. Ahí sobretodo destaca la sala de Rubens.

Bajamos por las escaleras hasta el piso principal. De camino nos encontramos con una de las esculturas más impresionantes que vimos en el museo: la Victoria alada de Samotracia. Es una escultura de mármol 2 metros y medio que la tienen situada en un púlpito gobernando toda una estancia.

Victoria alada de Samotracia

Seguimos bajando con la intención de despedirnos del Louvre viendo la Venus de Milo. Pero desgraciadamente estaba cerrada la sala que la contenía porque alguien había dejado abandonada una mochila, y el protocolo de seguridad obligaba a evacuar toda la zona próxima a la mochila. Así que con pena decidimos dar por concluida la visita al Louvre.


Zona de esculturas griegas

Entramos a las 10:00h y salimos a las 14:00h. Esta vez salimos por la zona de la pirámide, y en esa zona la sensación era muy desagradable, ya que el vidrio aumentaba mucho la temperatura, y había bastante sensación de agobio.


Salida por la pirámide acristalada

Una vez en la calle encaminamos nuestros pasos hacia el embarcadero del Sena, con la intención de hacer el crucero por el rio. Sacamos 2 billetes por 14€ cada uno y nos subimos al barco.


Paseo por el Sena

Este tiene un total de 8 paradas, en los lugares más representativos de los márgenes del rio. Se puede contemplar una magnífica vista de la torre Eiffel, pasando junto a St Germain Des Pres, Notre Dame y dando una vuelta alrededor de la isla de la cité.


Recorrido del batobus


Nuestro batobus


Puente Alejandro III


Barcos en las orillas del Sena

La torre Eiffel desde el batobus


Puente Alejandro III


Notre Dame

El trayecto dura en torno a 1 hora y es muy recomendable. Nosotros pasamos la mitad del viaje dentro y la otra mitad fuera en la zona posterior. Hacía bastante calor en el interior, ya que el sol apretaba bastante, y los cristales del barco hacían efecto invernadero.

En vez de bajarnos en el embarcadero del Louvre, nos bajamos en el de los Campos Eliseos, ya que en ese momento empezaba a aparecer el hambre, y en la zona del museo no hay gran cosa para elegir.

Así que desembarcamos y subimos por el famoso puente de Alejandro III, para desembocar en una calle que nos llevaba de nuevo a los Campos Eliseos. Antes de llegar a la gran avenida parisina, nos detuvimos un momento a ver el Grand Palais y el Petit Palais.
El Grand Palais quedaba a mano derecha, y es un edificio muy elegante de piedra, con una llamativa bóveda acristalada que se dedica a exposiciones y eventos.


El Grand Palace

Justo enfrente está el Petit Palais que es un edificio más pequeño y que está dedicado al Museo de Bellas Artes de la Villa de París.


El Petit Palace

Estos dos edificios están situados en la Avenida de Wiston Churchill, presidida por una estatua del famoso primer ministro británico.

Una vez en los Campos Eliseos decidimos no complicarnos la vida y entramos en un Quick. Ya conocíamos esa cadena de hamburqueserías de nuestra estancia en Niza, y nos había gustado bastante, por lo que no nos importaba un poco de comida basura para recuperar fuerzas.

Con el estómago lleno andamos hasta la estación de George V y allí cogimos el metro hasta la estación de Anvers.

Nos introdujimos de lleno en el barrio de Montmartre, disfrutando de ese ambiente tan bohemio y multicultural.
Llegamos entonces a la zona ajardinada donde comienza el ascenso hasta la basílica del Sacre Coeur. La subida se puede hacer a pie por las escaleras, o en un funicular. Nosotros que teníamos aun buenas piernas decidimos subir andando.
LLama la atención la cantidad de gente que hay en esa zona. Hay varias zonas con parquecillos para niños atestadas de gente, y en la zona del césped mucha gente disfrutando del magnifico día de mayo que tuvimos.


Escalera del Sacre Coeur

En el último tramo de escaleras había un cubano cantando con su guitarra a petición del público que abarrotaba las escaleras. Como el ambiente estaba muy animado, y aprovechando para recuperar el aliento de la subida, decidimos unirnos al grupo y nos sentamos un rato en las escaleras.


Actuación en directo a los pies del Sacre Coeur

Tras 3 o 4 canciones, el cantante dio por terminado el show y el público empezó a dispersarse. Nosotros también nos pusimos en marcha y entramos en la majestuosa basílica que teníamos a nuestra espalda.


Basílica del Sacre Coeur

El Sacre Coeur tiene 3 cúpulas, destacando una de ellas con sus más de 80m de altura. La basílica por dentro es bonita y muy decorada, aunque no excesivamente grande. Dimos una vuelta completa y picamos nuevamente en una máquina de monedas recordatorio. Se puede subir a la cúpula, pero ya nuestras piernas no dan para tanto y decidimos que desde abajo se veía genial.


Cúpula del Sacre Coeur


Interior del Sacre Coeur

Altar mayor

Salimos fuera y disfrutamos una vez más de la magnífica vista de París que teníamos enfrente. Muchos dicen que es la mejor vista parisina, porque no se ve desde allí la torre Eiffel, pero ahí no me queda más remedio que discrepar de esa opinión, ya que aun no había salido de mi asombro por contemplar tal monumento el día anterior.


Vista desde lo alto del Sacre Coeur

Bajamos las escaleras y otra vez tuvimos que sortear la legión de inmigrantes (en su mayoría de raza negra) que paran sobretodo a las chicas pretendiendo hacerles un truco con un hilo.

LLegamos abajo y nos entró por los ojos una crepería que hacía esquina. No nos pudimos resistir, y cayeron 2 crepes de nutella con leche condensada (algo ligerito).

Nos sentaron los crepes fantásticamente, y seguimos bajando hasta el Bv de Rochechouart que es donde estaba el metro, aunque decidimos no cogerlo y andar un poco por la zona del Pigalle.

Andamos por el Boulevard de Clichy y pudimos ver esta curiosa zona de Paris. La mayoria de tiendas son sex-shops, tiendas eróticas, o cabarets. Andamos hasta llegar al más famoso de todos que es el Moulin Rouge.


Moulin Rouge

Tras un par de fotos en el molino más famoso de París, cogimos el metro justo en frente en la estación de Blanche y volvimos al hotel. El hotel no estaba lejos de allí, pero el cansancio ya hacía mella, y necesitábamos un descanso y una ducha reparadora.

Para finalizar el día nos habían recomendado un buen restaurante parisino en el que cenar Le Coupe Chou. Debatimos sobre que medio de transporte usar, y al final decidimos ir en metro. Bajamos toda la línea 12 hasta duroc, y luego la 10 hasta Odeon. El trayecto fue de más de 1 hora con todo lo que ello conlleva en el metro de Paris.
Con el estómago algo revuelto por los olores del metro, salimos a la superficie a intentar encontrar el restaurante que nos habían recomendado.


Le coupe chou

Únicamente sabíamos el nombre "Le Coupe Chou" y la calle "rue de Lanneau 9", así que entre el plano y alguna que otra pregunta, conseguimos encontrar una pequeña calle peatonal donde se encontraba el ansiado restaurante.
Eran las 10 de la noche más o menos, entramos en el restaurante y casi nos dan con la puerta en las narices por ser tarde. Afortunadamente le dimos pena al maitre y nos dio una mesa. El restaurante era muy acogedor, con chimeneas, y una decoración estilo medieval. Era algo oscuro, y la mesa en la que nos pusieron solo se alumbraba con una vela, asi que hasta que nos acostumbramos, casi comíamos a tientas. Eso si, la comida espectacular. Se podían elegir varios sistemas de menú. Se puede pedir solo el plato del día, el plato y un entrante, el plato y un postre, o el completo (entrante, plato y postre).
Nos decidimos por plato y postre. Andrea pidió una ensalada con jamón, pollo y huevo duro, y yo un plato de la especialidad de la casa "boeuf bourguignon". La verdad es que estaba todo muy bueno, sobre todo el bouef que era una carne en salsa con vino de Borgoña. De postre pedimos una mousse de chocolate, que casi se evaporó de la mesa, de lo buena que estaba. Nos costó cerca de 50€ los dos, que para ser París y con lo bueno que estaba todo, no es mal precio.

Dimos un pequeño paseo por el Bd Saint Germain para bajar la cena, y esta vez decidimos volver al hotel en taxi, a pesar de la mala experiencia del día anterior. Esta vez tuvimos más suerte, y el taxista nos dejó en el hotel tras atravesar medio París por solo 10€. Además pudimos volver a contemplar el imponente edificio de la ópera de París iluminada. Cerca de la 1:00 llegamos al hotel con las fuerzas justas para meternos en la cama a descansar.


Día 8 de mayo

Tras un sueño reparador, recogimos nuestras cosas y las dejamos en la consigna del hotel.
Teníamos aun unas horas por delante antes de que saliera el avión, por lo que podíamos hacer alguna visita que no llevara mucho tiempo.
Había varias ideas, entre las que estaba Versalles, el museo de Orsay, el Pompidou o algo más por ahí.
Pero descartamos todo eso por falta de tiempo, ya que sobre las 14:00 teníamos que estar en el hotel a recoger nuestro equipaje, y no queríamos por un lado andar con prisa, y por otro, no poder disfrutar esos sitios como se merecen.
Así que decidimos dejar todo eso para un futuro viaje, y decidimos ir a un sitio no tan tradicional, pero que para los amantes del deporte es imprescindible.

Después de ir a nuestra boulangerie de confianza a por unos buenos croissants cogimos el RER en Porte de Clichy hasta el metro Porte d'Auteuil.  
El día estaba bastante nublado, y caían algunas gotitas, pero aun así nos adentramos en el famoso Bois de Boulogne.
Es una parque bastante grande situado en la zona oeste de París. Y dentro de él están 2 de los recintos deportivos más famosos de Francia: Roland Garros y el Parque de los Príncipes.
Después de unos 15 minutos andando sin encontrar nada, decidimos preguntar, y sorprendentemente nos costó varios intentos conseguir que alguien nos indicara la entrada de uno de los 4 clubs de tenis más famosos del mundo.

Pasamos junto a un club de tenis donde estaban disputándose los partidos de la previa del torneo de  Roland Garros, por lo que imaginamos que íbamos en el buen camino.

Por fin nos cruzamos con una pareja de ancianos que nos indicó muy amablemente la calle por la que se accedía a Roland Garros.


Roland Garros

Entramos por la puerta de los mosqueteros, y lo primero que te encuentras es a un lado la tienda, y al otro el museo del tenis francés. Justo enfrente se alza la pista central Philippe Chatrier con aforo para 15.000 espectadores.


Puerta de los mosqueteros


Pista Philippe Chatrier

Nos acercamos a la taquilla para informarnos sobre las visitas guiadas al recinto, pero desgraciadamente ese día no había visitas guiadas. El motivo es que era fiesta nacional en Francia, conmemorándose el día de la victoria aliada sobre la Alemania de Hitler en 1945.
Así con esa sensación agridulce dimos un paseo por la tienda, compramos algún recuerdo y salimos dando un paseo por el Bois de Boulogne.


Museo del tenis francés


Tienda de Roland Garros


Camino a los 3 Grand Slams

Pasamos junto a la pista Susan Lenglen, y vimos como están grabados en la piedra los nombres de los ganadores de ediciones anteriores del torneo.


Pista Susan Lenglen

Continuamos nuestro paseo y nos encontramos de frente con el estadio de futbol del parque de los príncipes. La arquitectura del campo es realmente curiosa. Desgraciadamente nos los volvimos a encontrar fermé (cerrado), por lo que no pudimos verlo por dentro.


Estadio del Parque de los Príncipes


Tribuna principal

Por lo tanto decidimos dar un pequeño paseo por la zona y volver al centro de París.
Volvimos a pecar comiendo en un Mc Donalds cerca del hotel y volvimos a recoger nuestras maletas.

Pusimos rumbo a la estación de RER de Porte Maillot. Allí justo al lado del Palacio de Congresos hay un aparcamiento de autobuses desde el que salen las lanzaderas hacía el aeropuerto de Beauvais.

Estábamos allí sobre las 16:00h. El autobús tardó cerca de 1 hora en llegar al aeropuerto, pasando por el distrito de la defense. Gracias a eso pudimos ver de cerca los enormes edificios de oficinas, y el famoso arco de la defense.

El aeropuerto de Beauvais es diminuto. Consta de dos terminales, y con la suerte que llevábamos ese día, el autobús deja cerca de la T1, y nosotros teníamos que ir a la T2. La terminal es pequeñísima, con los techos de uralita y un par de tiendas mal puestas.

Pasamos los controles y nos encontramos en una sala de espera atestada de gente, con un único monitor de información. No había suficientes asientos para todo el mundo, por lo que había gente sentada por el suelo o de pie. El vuelo de Ryanair se retrasó más de 2 horas, y para colmo de males se acabó el agua en el único bar de la zona de espera. No había máquinas expendedoras, ni nada que se le pareciera.

Por fin conseguimos embarcar y llegar a Madrid sobre las 12 de la noche.

Espero que los lectores hayáis disfrutado con este relato, y que haya servido a los que algún día quieran planificar un viaje a París.

Reflexión sobre el metro de París

Después de movernos bastante en metro esos días, me gustaría destacar lo mejor y lo peor del metro parisino.


Cartel del metro

- Lo mejor sin ningún lugar a dudas es la gran cantidad de estaciones de las que dispone la red de metro. Pudiendo llegar a cualquier punto de la ciudad en metro, y con la opción del RER para moverse de manera más rápida. La frecuencia de paso es bastante buena, y los transbordos entre estaciones no son excesivamente largos.


RER de Paris

- Lo peor es la suciedad tanto de estaciones, como de vagones. En ciertos trenes hay un olor nauseabundo que deja el estomago revuelto en solo un par de paradas. En una estación de RER (Porte de Clichy) había una zona con excrementos sólidos humanos, que producían un olor insoportable mientras se esperaba la llegada del tren.

1 comentario:

  1. París es precioso, pero su metro, creo que no. Pues ya podían tener el metro limpio, para que luego nos quejemos aquí. El nuestro no está mal, pero son las personas que no se lavan, pero eso no tiene nadie la culpa. Muy bonito el reportaje de París. Si algún día voy, imprimo tu blog sobre el viaje.

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