martes, 14 de enero de 2014

ETAPA 4. ALGARVE Y EL ROCÍO

DÍA 9

Nos despedimos un poco tristes de la capital lisboeta y emprendimos rumbo sur hacia el Algarve.

Como curiosidad, salimos de Lisboa por el puente 25 de abril y pasamos junto al Cristo Redentor. 

La verdad es que la estatua es bastante más impresionante desde tan cerca, que desde la otra orilla del Tajo.


Atravesando el puente 25 de abril

Cristo redentor

Tras 280 km llegamos a la localidad de Portimao, que será nuestro hogar durante los siguientes 5 días.

Nuestro hotel estaba situado en primera línea de la magnífica Praia da Rocha. Esta es una enorme playa de arena fina, con unas inmejorables condiciones para el baño y el descanso.

Nada más llegar comimos en un buen restaurante italiano, y bajamos a la playa para pasar allí el resto de la tarde descansando.

Por la noche dimos un paseo por la calle Tomas Cabreira, que es el animado paseo marítimo de Praia da Rocha, llegando hasta la fortaleza de Santa Catalina. 
Desde allí se puede ver la marina de Portimao.


Entrada a la fortaleza

Marina de portimao

Praia da Rocha

Vista desde la fortaleza

DÍA 10

Este día fue el primer día de relax absoluto. Pasamos el día en la playa descansando, y disfrutando de la arena, el sol y el agua del océano atlántico.

Por la tarde - noche decidimos ir a cenar a Albufeira. 

La distancia entre Albufeira y Portimao es de unos 40 km, por lo que en menos de media hora estábamos allí.

Al ser fin de semana la zona centro estaba absolutamente atestada de gente. Conseguimos aparcar en un parking cercano a la zona peatonal, y dimos un paseo por allí.

Albufeira es actualmente la localidad más turística del Algarve, y es visitada por numerosos jóvenes en busca de sol, playa y fiesta.

Cenamos en una terraza un magnifico pescado al estilo portugués y dimos una vuelta para tomar algo antes de volver a Portimao.

Desde mi punto de vista me pareció exagerada la cantidad de gente que había por las calles de Albufeira. 
Sobretodo en la famosa calle Strip. 

Esta calle está llena de neones, restaurantes, pubs ingleses, coctelerías, karaokes, tiendas de souvenirs, discotecas, etc. 

La mayoría de ellos regentados y frecuentados por ingleses.


Strip

No me gustó el ambiente que había en los pubs. La gente extremadamente borracha, muchos niños... será que me estoy haciendo mayor.

Así que sobre las 2 emprendimos camino de vuelta hacia Portimao, para estar descansados para el día siguiente.

DIA 11

Se presentaba uno de los días más esperados del viaje. Este día teníamos pensado hacer un recorrido por alguna de las mejores playas del Algarve.

Nuestro viaje comenzó en el bonito pueblo de Lagos.

Aparcamos el coche cerca del centro y recorrimos sus calles.


Centro de Lagos

Lagos

Lagos

A esa hora de la mañana ya había bastante gente recorriendo las estrechas calles del centro de Lagos. 

Llegamos a la zona de la marina, y paseamos por el bonito paseo marítimo. 

Allí nos asediaban los relaciones públicas ofreciendonos tours en barco. 

En principio si que teníamos pensado hacer un pequeño tour en barco, pero después de leer malas críticas decidimos hacer la ruta por nuestra cuenta.


Marina de Lagos

Barco en Lagos

Rellenamos nuestra nevera de bebida y comida y pusimos rumbo a las famosas playas de lagos.

La primera que que visitamos fue la playa de Doña Ana. Para acceder a ella hay que bajar unas empinadas escaleras de madera, que nos permiten acceder desde la parte alta del acantilado hasta la playa.

La vista desde la parte alta de las escaleras es magnífica, por lo que aprovechamos para hacer unas fotos desde allí.


Playa de Doña Ana

Acantilados

Por fin llegamos a la altura de la playa, y nos encontramos con una vista de postal.

El acantilado había dejado un pequeño espacio de 8 o 10 metros de finísima arena, y eso había creado una de las playas más bonitas que he visto.


Playa de Doña Ana

Playa de Doña Ana

Playa de Doña Ana

En algunas zonas el espacio de arena era algo más amplio, existiendo incluso un coqueto restaurante en uno de los extremos de la playa.

Conseguimos encontrar un pequeño sitio donde poner nuestras toallas, y disfrutamos de esa magnífica playa. La pena es que había bandera roja y casi no pudimos bañarnos.

Llegaba la hora de cambiar de playa. 

Nos despedimos con pena de Santa Ana, y tras el duro ascenso por la escalera de madera cogimos el coche para llegar a nuestro próximo destino: la playa do Camilo

La playa do Camilo está a unos 2 minutos en coche de playa Santa Ana, siguiendo una estrecha carretera que bordea el litoral de Lagos.

Aparcamos, y bajamos otra empinada escalera de madera. 

Curiosamente desde la parte alta del acantilado prácticamente no se ve la arena de la playa, por lo que bajamos con la sensación de que la playa era muy pequeña.


Parking

Playa do Camilo

Playa do Camilo

A medida que se desciende por la escalera, vemos que la playa se extiende unos 60 metros a los largo del acantilado. La superficie de arena es de unos 4 o 5 metros desde el acantilado al agua.

Apenas era posible ubicar las toallas en 2 filas, por lo que en esa zona no había nada de espacio. Todo ello a pesar de haber unas 20 o 30 personas como mucho. 

Al final de la playa encontramos la entrada a un pequeño túnel artificial escavado en la roca. 

Decidimos atravesarlo, y a través de él llegamos a una segunda cala, donde por fin pudimos ubicar nuestras toallas.

Playa do Camilo

Playa do Camilo

Playa do Camilo

Playa do Camilo

Playa do Camilo

A pesar de la cercanía con la playa de Santa Ana, allí el mar estaba mucho más calmado, y ondeaba la bandera amarilla. Desde mi humilde punto de vista fue la playa que más me gustó. Arena blanca y fina y un agua cristalina azul turquesa. El agua no estaba ni mucho menos fría, y nos pudimos dar un prolongado baño. 

Los buenos nadadores pasaban de una playa a otra bordeando el acantilado. Yo preferí usar el tunel...

La playa es una constante postal en movimiento. En cualquier rincón hay gente haciéndose fotos junto a las rocas. Junto a las escaleras también hay un pequeño chiringuito donde se puede tomar un refrigerio.

Tras un rato en la playa notamos como poco a poco el mar se iba comiendo la playa. 

La marea nos estaba dejando sin arena, así que decidimos continuar nuestra ruta de playas. En la zona de la escalera apenas quedaban un par de metros de arena, por lo que la gente iba desalojando la playa.

Nuestra última parada era la más conocida de todas, se trata del paraje natural de Ponta da Piedade.
Llegamos en apenas 2 minutos por la misma carretera que habíamos recorrido desde Lagos.

Aparcamos en un pequeño parking bien indicado, y empezamos a disfrutar del paisaje.

Ponta da Piedade es un conjunto de acantilados con formaciones rocosas de formas espectaculares que han sido esculpidas por la erosión del mar y el tiempo.


Ponte de Piedade

Ponte de Piedade

Ponte de Piedade

Ponte de Piedade

Ponte de Piedade

Ponte de Piedade

Ponte de Piedade

Nosotros pensábamos que se trataba de una playa, y que como alguna de las anteriores, estaba oculta por el acantilado. 

Pero esta vez, al llegar a la parte más baja de la escalera nos encontramos únicamente con un pequeño embarcadero. 

Desgraciadamente a esa hora ya no había posibilidad de hacer las visitas en barca por las grutas, así que nos tuvimos que "conformar" con el espectacular paisaje que nos ofrece esa zona del Algarve.

En la parte alta se encuentra el faro de Ponta da Piedade que este año cumple 100 años de servicio.


Faro de Ponte de Piedade

Absolutamente maravillados por la vista que habíamos disfrutado volvimos al coche para seguir nuestra ruta.

El siguiente destino está a unos 33 km de Lagos. Se trata de la fortaleza de Sagres.

Para llegar hay que atravesar el pueblo de Sagres, y está todo realmente bien indicado para llegar hasta la fortaleza.

La fortaleza se encuentra ubicada en la zona más alta del llamado cabo de Sagres siendo un gran baluarte que domina toda esa zona de costa.

La zona donde se ubica la actual fortaleza tiene vestigios de haber sido usada por navegantes desde el año 4000 a.c.

La actual fortificación nace en la época de los descubrimientos, y como no, destaca la figura del infante Don Enrique el Navegante, que convirtió a Sagres en el núcleo de la expansión marítima portuguesa.

Sin duda lo más impactante de la fortaleza es el entorno en el que se encuentra, con los acantilados que vigilan la inmensidad del océano atlántico.

Realmente espectacular es el acercamiento a la puerta principal de la fortaleza. Poco a poco nos acercamos y vimos la majestuosidad de la muralla exterior.

Entrada a la fortaleza

La entrada cuesta 3€, y el interior la verdad es que está bastante desangelado. 

Cerca de la entrada hay una enorme rosa de los vientos esculpida en el suelo. 

Justo enfrente hay una cafetería, en cuya sala superior hay una pequeña exposición sobre la era de los descubrimientos.

Interior de la fortaleza

Interior de la fortaleza

En el recinto de la fortaleza se halla la pequeña Iglesia de Nuestra Señora de la Gracia.


Iglesia de Nuestra Señora de Gracia

Lo mejor sin duda de la fortaleza es poder subir a una de las atalayas desde la que se tiene una perspectiva magnífica de toda la costa atlántica Portuguesa, pudiendo ver al fondo el perfil de nuestro próximo destino: el Cabo de San Vicente.


Velero

Acantilados

Cañón

Cañón y acantilados

Zona de la fortaleza

Vista superior

Rosa de los vientos

Hacía muchísimo calor en la explanada de la fortaleza, así que decidimos no arriesgarnos a una deshidratación y dimos por finalizada nuestra visita a la fortaleza.

Unos pocos minutos de camino por la carretera que bordea la costa, y llegamos al cabo de San Vicente. 

Este es el punto más sudoeste de la península ibérica, y siempre se ha considerado un lugar estratégico, ya que por allí discurren los barcos que transitan entre el mediterráneo y el norte de Europa.


Entrada al recinto del Cabo

Faro
En el cabo hay un faro y los restos de una fortaleza. 

Lo más interesante sin duda es el paisaje que nos ofrecen los alrededores, con impresionantes acantilados sobre el océano atlántico.


Acantilados

El océano Atlántico

Acantilados

Curiosamente ese es un punto emblemático para ver la puesta de sol, pero nosotros llegamos unas cuantas horas antes de ese momento, por lo que lo disfrutaremos en otra ocasión.

Con la satisfacción de haber vivido un productivo día, emprendimos camino de vuelta a Portimao.

DIA 12

Por fin tocaba un día íntegro de relax.

Disfrutamos de una jornada completa en la magnífica Playa da Rocha, bañándonos en sus cristalinas aguas y aprovechando el extraordinario clima del Algarve.


Praia da Rocha

Praia da Rocha

Praia da Rocha

DIA 13

Llegaba el momento de decir adiós a Portugal.

Nos despedimos de nuestro hotel de Portimao, y cogimos rumbo este hacia la frontera española de Ayamonte.

Pero antes de abandonar el país vecino, decidimos hacer una última excursión en el Algarve.

La excursión consistía en visitar la Isla de Tavira.

Para ello recorrimos los 96 km que separan la playa da Rocha del municipio de Tavira.

La isla de Tavira es es una isla de arena de unos 11 km de largo, situada a lo largo de la costa de Algarve,  y que es parte del Parque Natural de la Ría Formosa.

La isla es solo accesible en barco, por lo que aparcamos el coche frente al puerto situado junto a la desembocadura del río Sequa, a unos 2 kilómetros de la Villa de Tavira.


Embarcadero de la Isla de Tavira

Tavira

Desde allí están saliendo constantemente barcos hacia la isla, todos ellos llenos de gente cargada con todos los aparejos necesarios para pasar una jornada playera.

En apenas 5 minutos de travesía, atracamos en el pequeño embarcadero de la isla de Tavira.

Desde allí avanzamos por el camino hasta llegar a la playa. A lo largo del camino se encuentran multitud de restaurantes que nos ofrecieron la posibilidad de comer allí, e incluso hay un camping donde se puede pasar la noche.

Por fin llegamos a la orilla, y pudimos comprobar que la fama que tiene la playa la tiene bien merecida. 
Pudimos disfrutar de una kilométrica playa de arena blanca con un agua turquesa totalmente cristalina.


Playa de la Isla de Tavira

Playa de la isla de Tavira

Estuvimos un par de horas relajados en la playa, y recogimos nuestros bártulos para volver al embarcadero.

En apenas 10 minutos llegamos al lugar donde teníamos aparcado el coche, y continuamos nuestra ruta hacia España.

Recorrimos 36 km por la autopista del Algarve, y llegó el momento de decir adiós a Portugal. Eso sí el adiós fue por el espectacular puente internacional del Guadiana, de 666 metros de longitud, en cuyo punto medio se encuentra la frontera entre España y Portugal.

Una vez en territorio español, decidimos hacer una última visita ese día. 

Aprovechando que estábamos atravesando la provincia de Huelva, decidimos parar en la pequeña aldea de El Rocío.

El Rocío dista unos 117 km de la frontera hispano-portuguesa, llegando hasta allí en aproximadamente una hora.

El Rocío es una pequeña aldea de unos 1.000 habitantes, cuya principal atracción es la ermita del Rocío.

Aparcamos el coche en una amplia zona frente a la ermita, y como salido de debajo de las piedras, apareció un chico vendiéndonos un supuesto ticket obligatorio de aparcamiento, más la voluntad. 

Tras pagar este pequeño impuesto de aparcamiento, nos acercamos a la explanada donde se encuentra la ermita del Rocio. 

En ese camino nos ofrecieron varias veces dar una vuelta en coche de caballos, mostrándose los dueños de los caballos bastante pesados y desagradables cuando les dices que no te interesa el paseo en caballo.

La actual ermita data del año 1969, aunque la primera referencia a un templo ubicado en ese lugar es del siglo XIV.


Basílica del Rocío

Parking

Coches de caballos

Entramos en su interior, y allí nos encontramos en la zona preferente a la Virgen del Rocío.

La Blanca Paloma es una de las vírgenes más veneradas de todo el territorio nacional, organizándose todos los años una romería de fama mundial, que lleva a la pequeña aldea del Rocio a un millón de personas.

La virgen se encuentra junto a un ornamentado retablo dorado, protegida por la famosa reja que tienen que saltar los almonteños para sacar a la virgen en procesión.

La Virgen del Rocío

Dentro de la ermita había bastantes peregrinos que rezaban de rodillas frente a la virgen.

Salimos de la ermita y dimos un breve paseo por la aldea. 

Breve fue, sobretodo por el intenso calor que hacía en ese momento.

Iglesia votiva

Carruajes con caballos

Aldea del Rocío

Nos llamó la atención que en la aldea las calles no están pavimentadas, están cubiertas de albero. 

Esta superficie es ideal para el tránsito de los caballos por las calles de la aldea.

Muchas veces parecía que nos encontrábamos en el típico pueblo del oeste americano,  ya que en la puerta de las casas hay postes para amarrar a los caballos, y abrevaderos para darles de beber.

Paseamos junto a la iglesia votiva, que es un edificio lleno de velas semiderretidas, y llegamos a la explanada del real. 

Por esa zona están las sedes de las diferentes hermandades que realizan la romería todos los años.


Postes para amarrar caballos


Típica terraza

Aldea del Rocío

Aldea del Rocío

Hermandad de Triana

Hermandad de Sanlucar

El real

El real del Rocío

Sedes de hermandades
Una vez de vuelta a la puerta de la ermita, conseguimos sortear de nuevo los ofrecimientos de paseos a caballo, y nos acercamos a ver de cerca la famosa marisma que otorga el nombre de Reina de las Marismas a la virgen.

Marisma del Rocío

Marisma del Rocío

La marisma estaba llena de aves, entre las que destaca un nutrido grupo de flamencos con su característico plumaje.


Flamencos en la marisma

La marisma

Nos despedimos de El Rocio y continuamos nuestro camino hasta nuestro destino final del día en Chipiona.

Para llegar a Chipiona tuvimos que atravesar Sevilla y Jerez de la Frontera. Sobre las 10 de la noche por fin llegamos a nuestro hotel ubicado en primera linea de la playa de regla.

Esa noche cenamos unas gambas blancas y pescaito frito que estaban impresionantes.

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